Un detalle vale más que mil palabras.

La vida está formada por momentos.
Momentos buenos y momentos malos, pequeños y grandes momentos. Y si me dan a elegir me quedo con los pequeños.

Al final tenía razón mi padre cuando me decía: "Las mejores cosas vienen en frascos pequeños. ¡Mira los perfumes!". Él me lo decía porque soy pequeñita, para motivarme y animarme, pero con el tiempo te das cuenta del grado de certeza que encierra la frase y todo lo que abarca.

Y es que los pequeños momentos son los que marcan, los que se te quedan grabados de por vida y los que, al recordarlos, te ponen una sonrisa en la cara.

Y así porque sí, un día te sorprenden.
Vas caminando, dando un paseo, distraída y pensando en tus cosas, sin ser consciente de lo que pasa a tu alrededor. Y de repente, alguien se acerca a ti y te dice: "toma para ti".
Fijas tu mirada en su mano, para ver qué contiene, para ver qué es eso que te está dando, y cuál es tu sorpresa que es una rosa (sí, sí, una rosa, yo pensaba que esto solo pasaba en las películas).

En ese momento no sabes qué hacer, la confusión se apodera de ti. Por una parte te sientes feliz, pero por la otra anonadada (¿Cómo no me he dado cuenta? ¿En qué iba pensando?).

Ves la cara de ilusión que tiene la persona que te ha dado la rosa. Le agradeces el detalle, pero sigues estupefacta porque ¿cómo una cosa tan sencilla puede hacerte tan feliz?.

Sabes que han sido un par de segundos, un momento pequeño, un momento efímero y fugaz, pero que en tu memoria quedará grabado eternamente.

¡¡Por más pequeños momentos, tan mágicos como este!!





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